Nos dicen los medios que un billón de personas en el mundo se encuentra al borde de la inanición a causa del hambre, y que cada seis segundos un niño muere por desnutrición. Visto con simpleza sólo es información noticiosa. Sin embargo hay una realidad innegable: se trata de mil millones de personas al borde de una muerte evitable que agonizan en el mismo mundo donde nosotros habitamos. ¿Cuánta culpa llevamos en ello quienes bien nos alimentamos? ¿Qué hacemos y dejamos de hacer al respecto?
La Organización de las Naciones Unidas, a través de la FAO, ha planteado la necesidad de establecer nuevas políticas de alimentos basadas en el derecho a la subsistencia para todos. El problema es grave y de solución urgente, sin olvidar que las crisis alimentarias permanentes son provocadas por la volatilidad de los precios de los alimentos, la influencia de la crisis económica mundial, la crisis energética y el cambio climático. La desigualdad económica, en suma. Urge pues un cambio en el enfoque de la producción de alimentos para orientarla a los pobres y su derecho a la alimentación y a la vida.
Lo sabemos, lo vemos, ¿cómo lo combatimos? La actitud prevaleciente de la sociedad es de insensibilidad ante el azote del hambre, mientras el problema no nos ataca en la inmediatez de nuestra cómoda vida. Pero el círculo se cierra poco a poco y tarde o temprano todos seremos arrastrados, vivimos en un sistema y el destino nos alcanzará.
El hambre y la miseria son fenómenos que relegamos a los sótanos de la desmemoria, porque en nuestra inmediatez todo funciona bien, no nos falta el alimento. En apariencia son los gobiernos los responsables de solucionar el problema. Pero viéndolo con responsabilidad, además de no contribuir directamente a la solución del problema, cada uno de nosotros puede tal vez estarlo agravando. ¿Cuántos consumimos en demasía lo que a otros les falta? ¿Cuántos desechamos lo que no consumimos? ¿Cuántos y cuánto desperdiciamos de los recursos que tenemos el privilegio de poseer en desdoro de otros? La irresponsabilidad es crónica y la indolencia su rostro más vistoso. Podemos parafrasear al cantante Silvio Rodríguez y decir “que nos perdonen los muertos de nuestra felicidad”, pero la compunción sin acción no es suficiente, mucho menos la caridad en el mejor de los casos.
Cabe plenamente la pregunta: ¿es que la acción de una sola persona puede cambiar algo? Sí, ciertamente, porque somos miles de millones de individuos los que desperdiciamos los recursos inconscientemente. Y si uno a uno corregimos el error, uno a uno iremos restando peso al problema. Todas las estrategias de solución son aceptables, desde lo individual y desde lo colectivo.
Es cierto que resulta urgente la necesidad de generar políticas económicas para vencer el azote del hambre de manera sistémica, pero la aplicación de esas políticas es imposible si antes no profundizamos en los sentimientos de solidaridad y responsabilidad dentro de los colectivos, desde el entorno familiar hasta el conjunto del tejido social.
En ese sentido, vale la pena establecer puntos de partida que nos ayuden a buscar soluciones sistémicas. ¿Y qué mejor lugar para encontrar instrumentos de acción que las trincheras de la investigación y los reductos del pensamiento académico, sin importar el color o el signo que las identifique? Soluciones son soluciones y todos debemos abocarnos a fortalecerlas.
Todos, también, sabemos que una clave importante en la solución del problema es el desarrollo económico: hay hambre porque hay pobreza y distribución inequitativa de la riqueza. Pero las sociedades pobres lo son no sólo porque carezcan de recursos materiales, también lo son por su “inanición” de conocimiento. Carecen de formación, tecnología, infraestructuras, equipos, maquinaria y, sobre todo, de información y sistemas para capitalizarla. Desnutrición y subdesarrollo científico se alimentan mutuamente para llevar a las sociedades disminuidas al abismo de la inanición existencial.
En ese contexto la Internet como espacio de distribución libre y como plataforma de encuentro se ha mostrado como un instrumento importante para luchar contra “el gran flagelo”. La principal respuesta que ofrece es el conocimiento que se distribuye a través de sus vías. A costos ridículamente bajos pone a disposición de un enorme conglomerado de usuarios el principal de los bienes de capital de la sociedad contemporánea: la información.
Más allá de barreras culturales y económicas, la Internet —a través de la Web, su rostro más amable y visible— abre las puertas a una fabulosa biblioteca donde se intenta conjuntar todo el conocimiento humano. Por lo pronto abierta y de uso libre en muchos de sus mejores rincones de acceso, la red de redes es hoy la principal herramienta de intercambio cultural, científico y social.
Es esa misma Red de Redes la que pone en nuestras manos numerosas herramientas informacionales que pueden ayudarnos a organizar una mejor sociedad, incluyendo todos los ámbitos posibles de acción, desde los procesos de trabajo individual y la organización empresarial, hasta la transformación de las instituciones públicas y la reorientación de los gobiernos. En el centro de todo está el software libre como principal catalizador y conductor de los saberes.
La tecnología es un importante medio de acceso a la información, pero debe usarse conscientemente y siempre sobre la base de modelos de pensamiento y distribución de conocimiento. Casi siempre que se habla de tecnología de la información para luchar contra el desarrollo se pone el énfasis en la llamada conectividad (acceso a las redes) y en la tecnología computacional (el acceso a los instrumentos informáticos), cuando antes que todo debe centrarse la discusión en la producción misma de la información, las características de los contenidos, su destino y los modelos de transmisión a través del sistema educativo.
Es cierto que el analfabetismo digital es un importante obstáculo para accesar a la información de valor presente en la Internet, pero en las sociedades subdesarrolladas ha surgido un analfabetismo más grave que vencer, el analfabetismo informacional, que sólo puede superarse desde la perspectiva de la educación y el cambio de paradigmas epistemológicos y de distribución del conocimiento.
Por lo pronto, en lo que toca al tema que inspiró este texto, el hambre, nos hacemos eco de la propuesta de los investigadores Rodríguez Capetillo, Pérez Trejo y López Martín (en el documento que aquí adjuntamos), quienes han sintetizado perfectamente la importancia de los sistemas de información en red para el combate a la pobreza.
Es claro que la Internet libre e inteligente nos provee con enormes ventajas al proporcionar al usuario el principal agente de cambio, el suministro de contenidos antes inaccesibles, tanto para la producción como para la sistematización del conocimiento. Sin duda la información documentada sigue siendo la principal columna que sostiene todo ese complejo de conocimiento que es la Internet; son los documentos la base inicial para la planeación-acción.
Por eso en Paradigmas Complexusinsistimos en compartir documentos que, a nuestro parecer, son de fundamental importancia para el análisis y la acción pragmática, pero basados en enfoques sustancialmente axiológicos. Documentos ideales, sin duda, para la educación y la formación en valores en pro de la responsabilidad, la solidaridad y la ayuda mutua. Nunca sobra la insistencia.
En esta ocasión ponemos a disposición de nuestros lectores un paquete de información que nos abre múltiples perspectivas de solución a ese problema particular pero colectivo que es el hambre en el mundo. Como siempre, cada uno de los documentos nos lo ha proveído la Internet inteligente.
1. El hambre en el mundo, un reto para todos: el desarrollo solidario. Documento pontificio que se propone como una contribución de la iglesia católica fundamentalmente desde la perspectiva de la ética.
2. Sistemas de información en la lucha contra el hambre y la pobreza, ponencia preparada para el Encuentro sobre el Hambre y la Pobreza en el Mundo, organizada por la Universidad Politécnica de Madrid, la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander y la Fundación Alfonso Martín Escudero.
3. La Web de Acción contra el Hambre. ACF International, una de las principales ONG internacionales en la línea temática que aquí comentamos.
4. El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo, informe de la FAO 2010.
5. La Web de la FAO.
Y para no variar, un par de videos para la reflexión inmediata.
La Organización de las Naciones Unidas, a través de la FAO, ha planteado la necesidad de establecer nuevas políticas de alimentos basadas en el derecho a la subsistencia para todos. El problema es grave y de solución urgente, sin olvidar que las crisis alimentarias permanentes son provocadas por la volatilidad de los precios de los alimentos, la influencia de la crisis económica mundial, la crisis energética y el cambio climático. La desigualdad económica, en suma. Urge pues un cambio en el enfoque de la producción de alimentos para orientarla a los pobres y su derecho a la alimentación y a la vida.
Lo sabemos, lo vemos, ¿cómo lo combatimos? La actitud prevaleciente de la sociedad es de insensibilidad ante el azote del hambre, mientras el problema no nos ataca en la inmediatez de nuestra cómoda vida. Pero el círculo se cierra poco a poco y tarde o temprano todos seremos arrastrados, vivimos en un sistema y el destino nos alcanzará.
El hambre y la miseria son fenómenos que relegamos a los sótanos de la desmemoria, porque en nuestra inmediatez todo funciona bien, no nos falta el alimento. En apariencia son los gobiernos los responsables de solucionar el problema. Pero viéndolo con responsabilidad, además de no contribuir directamente a la solución del problema, cada uno de nosotros puede tal vez estarlo agravando. ¿Cuántos consumimos en demasía lo que a otros les falta? ¿Cuántos desechamos lo que no consumimos? ¿Cuántos y cuánto desperdiciamos de los recursos que tenemos el privilegio de poseer en desdoro de otros? La irresponsabilidad es crónica y la indolencia su rostro más vistoso. Podemos parafrasear al cantante Silvio Rodríguez y decir “que nos perdonen los muertos de nuestra felicidad”, pero la compunción sin acción no es suficiente, mucho menos la caridad en el mejor de los casos.
Cabe plenamente la pregunta: ¿es que la acción de una sola persona puede cambiar algo? Sí, ciertamente, porque somos miles de millones de individuos los que desperdiciamos los recursos inconscientemente. Y si uno a uno corregimos el error, uno a uno iremos restando peso al problema. Todas las estrategias de solución son aceptables, desde lo individual y desde lo colectivo.
Es cierto que resulta urgente la necesidad de generar políticas económicas para vencer el azote del hambre de manera sistémica, pero la aplicación de esas políticas es imposible si antes no profundizamos en los sentimientos de solidaridad y responsabilidad dentro de los colectivos, desde el entorno familiar hasta el conjunto del tejido social.
En ese sentido, vale la pena establecer puntos de partida que nos ayuden a buscar soluciones sistémicas. ¿Y qué mejor lugar para encontrar instrumentos de acción que las trincheras de la investigación y los reductos del pensamiento académico, sin importar el color o el signo que las identifique? Soluciones son soluciones y todos debemos abocarnos a fortalecerlas.
Todos, también, sabemos que una clave importante en la solución del problema es el desarrollo económico: hay hambre porque hay pobreza y distribución inequitativa de la riqueza. Pero las sociedades pobres lo son no sólo porque carezcan de recursos materiales, también lo son por su “inanición” de conocimiento. Carecen de formación, tecnología, infraestructuras, equipos, maquinaria y, sobre todo, de información y sistemas para capitalizarla. Desnutrición y subdesarrollo científico se alimentan mutuamente para llevar a las sociedades disminuidas al abismo de la inanición existencial.
En ese contexto la Internet como espacio de distribución libre y como plataforma de encuentro se ha mostrado como un instrumento importante para luchar contra “el gran flagelo”. La principal respuesta que ofrece es el conocimiento que se distribuye a través de sus vías. A costos ridículamente bajos pone a disposición de un enorme conglomerado de usuarios el principal de los bienes de capital de la sociedad contemporánea: la información.
Más allá de barreras culturales y económicas, la Internet —a través de la Web, su rostro más amable y visible— abre las puertas a una fabulosa biblioteca donde se intenta conjuntar todo el conocimiento humano. Por lo pronto abierta y de uso libre en muchos de sus mejores rincones de acceso, la red de redes es hoy la principal herramienta de intercambio cultural, científico y social.
Es esa misma Red de Redes la que pone en nuestras manos numerosas herramientas informacionales que pueden ayudarnos a organizar una mejor sociedad, incluyendo todos los ámbitos posibles de acción, desde los procesos de trabajo individual y la organización empresarial, hasta la transformación de las instituciones públicas y la reorientación de los gobiernos. En el centro de todo está el software libre como principal catalizador y conductor de los saberes.
La tecnología es un importante medio de acceso a la información, pero debe usarse conscientemente y siempre sobre la base de modelos de pensamiento y distribución de conocimiento. Casi siempre que se habla de tecnología de la información para luchar contra el desarrollo se pone el énfasis en la llamada conectividad (acceso a las redes) y en la tecnología computacional (el acceso a los instrumentos informáticos), cuando antes que todo debe centrarse la discusión en la producción misma de la información, las características de los contenidos, su destino y los modelos de transmisión a través del sistema educativo.
Es cierto que el analfabetismo digital es un importante obstáculo para accesar a la información de valor presente en la Internet, pero en las sociedades subdesarrolladas ha surgido un analfabetismo más grave que vencer, el analfabetismo informacional, que sólo puede superarse desde la perspectiva de la educación y el cambio de paradigmas epistemológicos y de distribución del conocimiento.
Por lo pronto, en lo que toca al tema que inspiró este texto, el hambre, nos hacemos eco de la propuesta de los investigadores Rodríguez Capetillo, Pérez Trejo y López Martín (en el documento que aquí adjuntamos), quienes han sintetizado perfectamente la importancia de los sistemas de información en red para el combate a la pobreza.
…se propone la definición de “sistema de información” como el conjunto de arreglos institucionales, políticas y directivas, estándares, definiciones de responsabilidades, tareas profesionales y técnicas, usuarios y beneficiarios; programas, metodologías, procesos y flujos, que se requieren para lograr ciertos objetivos y funciones que han sido definidos para el sistema. Entre los tipos de sistemas de información más relevantes para el hambre y la pobreza podemos destacar:
1. Sistemas de información para la identificación, caracterización y cuantificación del problema del hambre y la pobreza.
2. Sistemas de información de alerta temprana.
3. Sistemas de ayuda a la toma de decisiones y políticas.
4. Sistemas regionales y nacionales de información agraria.
5. Sistemas de información de emergencias y rehabilitación.
6. Sistemas de información sobre la calidad e inocuidad de los alimentos.
7. Sistemas de información para la gestión de tierras y aguas para la agricultura.
8. Sistemas de información para la gestión de la producción agraria y la poscosecha (agricultura, pesca, bosques).
9. Sistemas de información de mercados y comercio.
10. Sistemas de información sobre transferencia de tecnologías.
11. Sistemas de información de apoyo a la investigación científica en temas de seguridad alimentaria.
Es claro que la Internet libre e inteligente nos provee con enormes ventajas al proporcionar al usuario el principal agente de cambio, el suministro de contenidos antes inaccesibles, tanto para la producción como para la sistematización del conocimiento. Sin duda la información documentada sigue siendo la principal columna que sostiene todo ese complejo de conocimiento que es la Internet; son los documentos la base inicial para la planeación-acción.
Por eso en Paradigmas Complexusinsistimos en compartir documentos que, a nuestro parecer, son de fundamental importancia para el análisis y la acción pragmática, pero basados en enfoques sustancialmente axiológicos. Documentos ideales, sin duda, para la educación y la formación en valores en pro de la responsabilidad, la solidaridad y la ayuda mutua. Nunca sobra la insistencia.
En esta ocasión ponemos a disposición de nuestros lectores un paquete de información que nos abre múltiples perspectivas de solución a ese problema particular pero colectivo que es el hambre en el mundo. Como siempre, cada uno de los documentos nos lo ha proveído la Internet inteligente.
LIBROS Y DOCUMENTOS PARA NUESTRA BIBLIOTECA DIGITAL
1. El hambre en el mundo, un reto para todos: el desarrollo solidario. Documento pontificio que se propone como una contribución de la iglesia católica fundamentalmente desde la perspectiva de la ética.
2. Sistemas de información en la lucha contra el hambre y la pobreza, ponencia preparada para el Encuentro sobre el Hambre y la Pobreza en el Mundo, organizada por la Universidad Politécnica de Madrid, la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander y la Fundación Alfonso Martín Escudero.
3. La Web de Acción contra el Hambre. ACF International, una de las principales ONG internacionales en la línea temática que aquí comentamos.
4. El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo, informe de la FAO 2010.
5. La Web de la FAO.
Y para no variar, un par de videos para la reflexión inmediata.