Cuando la gente se ha perdido en los abismos de la enajenación o la ignorancia, ¿podrá haber espanto suficiente para carcomerle el alma y obligarla a reaccionar, a emerger de ese paraíso artificial marcado por una indiferencia que la condena a la autodestrucción?… Podría pensarse que no. Una posible prueba de ello es el genocidio que hoy vivimos en México, cuyos 40 mil muertos declarados en la llevada y traída “guerra al narco” no han sido suficientes para despertar a una población imbecilizada por los medios masivos de información, cuya única y exclusiva misión es deseducar, pervertir las conciencias y extraviar el sentido de la vida.
Las pestes de la putrefacción moral y la mortandad que ésta desató penetran ya hasta lo más íntimo de los hogares de muchos mexicanos, sin que nada ocurra realmente para rebelarse ante tal condena. Cuerpo social en imparable proceso de descomposición, la sociedad de este país —como muchas de las sociedades de la globalización— sigue en su ruta marcada por los afanes de la posesión material y el poder con impunidad, desde el ámbito tan simple de lo familiar y vecinal, hasta los etéreos espacios de la “alta sociedad”, política y empresarial. El individualismo es la música que nos marca el paso hacia el abismo; se va haciendo realidad aquella leyenda que los hermanos Grimm convirtieron en cuento (“El flautista de Hamelín”) y que nos viene a la medida como perfecta metáfora para caracterizar a la modernidad mexicana.
Todo es mirar las consecuencias, los efectos, pero poco y nada se hace o se dice en verdad contra los orígenes del mar de podredumbre que nos ahoga, extinguiéndonos pausadamente como nación en el más amplio sentido del concepto: un “primero yo, después yo y siempre yo” que volvió imposible el espíritu de la solidaridad, la justicia y la equidad. Un “primero yo, después yo y siempre yo” que al final tomó forma en los monstruos del sueño enajenado: corrupción, violencia de Estado, abuso institucionalizado, delincuencia legalizada, riqueza concentrada en las manos de pocos, voracidad impune, explotación del prójimo, menosprecio del otro y destrucción de los mejores valores de humanidad, fraternidad y civilización.
Sigue sin parar la orgía de los poderes establecidos, cuyos placeres y satisfacciones se sostienen sin tregua sobre la desgracia social, instituyéndose en aspiración y modelo de quienes decidieron ser sus comparsas, en premio convertidos en capataces de la masa destinada a la esclavitud. El amenazante Mundo Feliz de Aldous Huxley finalmente encarnó, pero en la peor de sus versiones imaginables: en un cuerpo deforme, tullido, enfermo, buboso y en ruinas para quienes vivimos en el Tercer Mundo, hoy particularmente en México.
Es negro el panorama para quienes habitamos este territorio de noble historia, hoy tomado por lo más oscuro de la condición humana al cobijo del sistema, orden establecido, status quo o como se le quiera llamar. Para quienes nos negamos a participar de tal sistema —ni dentro ni fuera de la “ley”—, pareciera destinársenos el papel de obligados chivos expiatorios del Apocalipsis que ya está aquí. Poco a poco, a cada uno de nosotros, pobres sujetos sin poder, se nos acercará la cuota no ganada de penitencia por la condena a la que este país ha sido sometido por la omisión de enajenadas generaciones ocupadas en construir mansamente (sin palabra ni pensamiento propios) el Estado fallido que es hoy México. Nos guste o no, a final de cuentas todos somos Sicilia, cada uno de los muertos habidos y cada uno de los muertos por venir.
Por eso debemos alegrarnos cuando una lucecilla se enciende en cualquiera de los rumbos del oscuro horizonte. Sirve para iluminarnos el recuerdo de la esperanza, que ciertamente —como reza el lugar común— muere al último. Llámese "movimiento de familiares de las víctimas", "protesta contra la violencia", "acciones por la paz" o "movimiento de la sociedad civil", toda iniciativa no puede ser más que bienvenida.
Y es el caso, precisamente, del blog Nuestra Aparente Rendición“un espacio en el qué convocar todas las voces de México sin vinculación política y sin instituciones detrás”. Se trata de una bitácora en Internet que su autora, la barcelonesa Lolita Bosch, creó para ofrecer a quien lo quiera “una plataforma que genere diálogo y que nos ayude a pensar entre todos lo que está pasando en el país. México se ha ido a la mierda, la gente está aterrorizada. Nos ganó el miedo, así que sólo nos queda la palabra”.
Nacido del intercambio epistolar entre la hoy coordinadora de la bitácora y algunos amigos en México, poco a poco el espacio (público) se convirtió en plataforma de expresión para las víctimas de la “guerra” y luego en plaza pública de mucha gente preocupada y ocupada por la paz en México. Tan sólo en cuatro meses el blog recibió 100,000 visitas y se convirtió en completo ámbito virtual de propuestas y proyectos para “hacer algo por la solución del problema”, cuando menos desde el uso inteligente de la palabra.
La evidencia principal tras la lectura del blog es que en México ocurre mucho más que una guerra contra la criminalidad: una gigantesca, oscura y putrefacta cloaca se ha destapado cual caja de Pandora y ya nadie puede controlar los efectos de su apertura, que velozmente nos arroja a diario los peores fantasmas de nuestra historia. ¿Seremos capaces de reconstruir nuestro devenir y forjarnos un presente con futuro digno para todos, sin discriminación o exclusiones?
Sin duda algo se gana con el uso de la palabra y con el reconocimiento de los reales orígenes de la tragedia. Iniciada la catarsis cabe la posibilidad de la cura, tal vez lo primero que haya que atacar sea el inconsciente colectivo, oculto tras la enajenación social. Aun en la emergencia, quizá ahora más que nunca, urge educar para la crítica, la conciencia y la solidaridad... En el blog de Lolita, convertido ya en la plataforma de todos, comienzan a esbozarse iniciativas con ese sentido. Vale la pena seguirlo e inmiscuirse en su construcción, un medio que se suma a los pocos verdaderos "medios de comunicación".
Visita Nuestra Aparente Rendición.
Nuestra fuente inicial: "La palabra contra la violencia en México", nota en El País, diario español.
Las pestes de la putrefacción moral y la mortandad que ésta desató penetran ya hasta lo más íntimo de los hogares de muchos mexicanos, sin que nada ocurra realmente para rebelarse ante tal condena. Cuerpo social en imparable proceso de descomposición, la sociedad de este país —como muchas de las sociedades de la globalización— sigue en su ruta marcada por los afanes de la posesión material y el poder con impunidad, desde el ámbito tan simple de lo familiar y vecinal, hasta los etéreos espacios de la “alta sociedad”, política y empresarial. El individualismo es la música que nos marca el paso hacia el abismo; se va haciendo realidad aquella leyenda que los hermanos Grimm convirtieron en cuento (“El flautista de Hamelín”) y que nos viene a la medida como perfecta metáfora para caracterizar a la modernidad mexicana.
Todo es mirar las consecuencias, los efectos, pero poco y nada se hace o se dice en verdad contra los orígenes del mar de podredumbre que nos ahoga, extinguiéndonos pausadamente como nación en el más amplio sentido del concepto: un “primero yo, después yo y siempre yo” que volvió imposible el espíritu de la solidaridad, la justicia y la equidad. Un “primero yo, después yo y siempre yo” que al final tomó forma en los monstruos del sueño enajenado: corrupción, violencia de Estado, abuso institucionalizado, delincuencia legalizada, riqueza concentrada en las manos de pocos, voracidad impune, explotación del prójimo, menosprecio del otro y destrucción de los mejores valores de humanidad, fraternidad y civilización.
Sigue sin parar la orgía de los poderes establecidos, cuyos placeres y satisfacciones se sostienen sin tregua sobre la desgracia social, instituyéndose en aspiración y modelo de quienes decidieron ser sus comparsas, en premio convertidos en capataces de la masa destinada a la esclavitud. El amenazante Mundo Feliz de Aldous Huxley finalmente encarnó, pero en la peor de sus versiones imaginables: en un cuerpo deforme, tullido, enfermo, buboso y en ruinas para quienes vivimos en el Tercer Mundo, hoy particularmente en México.
Es negro el panorama para quienes habitamos este territorio de noble historia, hoy tomado por lo más oscuro de la condición humana al cobijo del sistema, orden establecido, status quo o como se le quiera llamar. Para quienes nos negamos a participar de tal sistema —ni dentro ni fuera de la “ley”—, pareciera destinársenos el papel de obligados chivos expiatorios del Apocalipsis que ya está aquí. Poco a poco, a cada uno de nosotros, pobres sujetos sin poder, se nos acercará la cuota no ganada de penitencia por la condena a la que este país ha sido sometido por la omisión de enajenadas generaciones ocupadas en construir mansamente (sin palabra ni pensamiento propios) el Estado fallido que es hoy México. Nos guste o no, a final de cuentas todos somos Sicilia, cada uno de los muertos habidos y cada uno de los muertos por venir.
Por eso debemos alegrarnos cuando una lucecilla se enciende en cualquiera de los rumbos del oscuro horizonte. Sirve para iluminarnos el recuerdo de la esperanza, que ciertamente —como reza el lugar común— muere al último. Llámese "movimiento de familiares de las víctimas", "protesta contra la violencia", "acciones por la paz" o "movimiento de la sociedad civil", toda iniciativa no puede ser más que bienvenida.
Y es el caso, precisamente, del blog Nuestra Aparente Rendición“un espacio en el qué convocar todas las voces de México sin vinculación política y sin instituciones detrás”. Se trata de una bitácora en Internet que su autora, la barcelonesa Lolita Bosch, creó para ofrecer a quien lo quiera “una plataforma que genere diálogo y que nos ayude a pensar entre todos lo que está pasando en el país. México se ha ido a la mierda, la gente está aterrorizada. Nos ganó el miedo, así que sólo nos queda la palabra”.
Nacido del intercambio epistolar entre la hoy coordinadora de la bitácora y algunos amigos en México, poco a poco el espacio (público) se convirtió en plataforma de expresión para las víctimas de la “guerra” y luego en plaza pública de mucha gente preocupada y ocupada por la paz en México. Tan sólo en cuatro meses el blog recibió 100,000 visitas y se convirtió en completo ámbito virtual de propuestas y proyectos para “hacer algo por la solución del problema”, cuando menos desde el uso inteligente de la palabra.
La evidencia principal tras la lectura del blog es que en México ocurre mucho más que una guerra contra la criminalidad: una gigantesca, oscura y putrefacta cloaca se ha destapado cual caja de Pandora y ya nadie puede controlar los efectos de su apertura, que velozmente nos arroja a diario los peores fantasmas de nuestra historia. ¿Seremos capaces de reconstruir nuestro devenir y forjarnos un presente con futuro digno para todos, sin discriminación o exclusiones?
Sin duda algo se gana con el uso de la palabra y con el reconocimiento de los reales orígenes de la tragedia. Iniciada la catarsis cabe la posibilidad de la cura, tal vez lo primero que haya que atacar sea el inconsciente colectivo, oculto tras la enajenación social. Aun en la emergencia, quizá ahora más que nunca, urge educar para la crítica, la conciencia y la solidaridad... En el blog de Lolita, convertido ya en la plataforma de todos, comienzan a esbozarse iniciativas con ese sentido. Vale la pena seguirlo e inmiscuirse en su construcción, un medio que se suma a los pocos verdaderos "medios de comunicación".
Visita Nuestra Aparente Rendición.
Nuestra fuente inicial: "La palabra contra la violencia en México", nota en El País, diario español.